Poner Nuestra Confianza en Dios

Masquil de Asaf.

Escucha, pueblo mío, mi ley;

Inclinad vuestro oído a las palabras de mi boca. 

Abriré mi boca en proverbios;

Hablaré cosas escondidas desde tiempos antiguos, 

Las cuales hemos oído y entendido;

Que nuestros padres nos las contaron. 

No las encubriremos a sus hijos,

Contando a la generación venidera

las alabanzas de Jehová, Y su potencia,

y las maravillas que hizo. 

Él estableció testimonio en Jacob,

Y puso ley en Israel,

La cual mandó a nuestros padres

Que la notificasen a sus hijos; 

Para que lo sepa la generación venidera,

y los hijos que nacerán;

Y los que se levantarán lo cuenten a sus hijos, 

A fin de que pongan en Dios su confianza,

Y no se olviden de las obras de Dios;

Que guarden sus mandamientos, 

Y no sean como sus padres,

Generación contumaz y rebelde;

Generación que no dispuso su corazón,

Ni fue fiel para con Dios su espíritu.

(Salmo 78:1-8, RVR 1960)

Cuando se trata de las prioridades ministeriales en la iglesia, me temo que muchas veces las nuestras están de cabeza si las comparamos con las que expone el salmista en este pasaje. Esto se manifiesta en al menos dos maneras bastante comunes. En primer lugar, mientras que a menudo nosotros nos centramos en enseñar a adultos, el salmista da prioridad a enseñar a nuestros hijos, a la próxima generación. Nuestros hijos dependen de nosotros para que les hablemos de la obra salvadora de Dios en la historia y de cómo responder a ella en la fe. El salmista declara la importancia de enseñar a nuestros hijos y el compromiso de la comunidad en hacerlo bien. En segundo lugar, aunque muchos padres llevan a sus hijos a la iglesia y esperan que otros les enseñen la historia del Evangelio, las Escrituras dejan claro que los padres también desempeñan un papel clave en este esfuerzo. Aunque otros pueden desempeñar un papel significativo en la instrucción dentro del Cuerpo de Cristo y efectivamente lo hacen, los padres no deben renunciar a esta responsabilidad. Tanto el hogar como la iglesia desempeñan un papel fundamental en la formación de la fe de los niños.

Como padres y abuelos, tías y tíos, tenemos la responsabilidad primordial de compartir con nuestros hijos, nietos, sobrinas y sobrinos «las alabanzas de Jehová, su potencia, y las maravillas que hizo». Este precepto significa más que simplemente compartir historias bíblicas con ellos. También se refiere a compartir la manera en que Dios ha hecho grandes cosas en nuestras propias vidas, cómo ha respondido a nuestra oración y cómo ha provisto para su pueblo en el presente. No queremos que nuestros hijos piensen que las obras de Dios se limitan al pasado, que Él solía hacer cosas geniales pero que ese tiempo ya pasó. Si tienes hijos o nietos, sobrinas o sobrinos, cuéntales cómo ha actuado Dios en tu propia vida, comparte con ellos tus historias bíblicas favoritas y hazles saber por qué estas historias son tan importantes para ti. Si diriges estudios bíblicos con adultos, anímales a hacer lo mismo con los niños de su entorno para que ellos también pongan su esperanza en Dios.

Dentro de la iglesia, creo que debemos replantearnos las prioridades de nuestros ministerios de enseñanza. La existencia de un estudio de la Biblia para adultos es importante, pero es definitivamente fundamental para nuestros niños y jóvenes. Los adultos son más capaces de proseguir su propio estudio de las Escrituras, y muchos llevan años caminando en la fe cristiana. Un mayor crecimiento es siempre una ventaja, pero muchas de estas personas están listas y son capaces de compartir lo que saben con la generación más joven que aún no han tenido estas oportunidades. Nos encontramos en una época en la que parece existir una gran preocupación sobre si los jóvenes que han crecido participando en la vida de la iglesia seguirán abrazando su fe una vez que se marchen de casa. Hay muchas razones por las que esta preocupación es legítima, y hay muchas cosas que pueden y deben hacerse para ayudar a los jóvenes a profundizar un compromiso de fe propio. Debemos empezar por asegurarnos de que conocen el carácter de Dios tal y como se muestra en las Escrituras, las obras que ha hecho por su pueblo, lo buena que es su ley y lo grande que es su gracia a través de Jesucristo cuando no guardamos esa ley tan bien como deberíamos.

En nuestros ministerios de enseñanza, nunca hemos pretendido ocultar esta historia del Evangelio a nuestros hijos, pero a veces nuestro descuido, tanto en casa como en la iglesia, la mantiene oculta o la hace poco clara. Como líder de estudios bíblicos, sigue haciendo hincapié en lo importante que es que nosotros, como padres, abuelos, tíos y líderes de la iglesia, demos prioridad a la enseñanza de la maravillosa historia del Evangelio, tanto del pasado como del presente, para que las generaciones venideras pongan su esperanza en Dios. ¡Las generaciones futuras cuentan con nosotros, cumplamos nuestro deber para con ellas!

Señor Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, ayúdame a sentirme tan lleno de Tu amor, Tu poder y Tu Palabra, que no pueda evitar hablar de estas cosas con los más jóvenes. Ayúdame a encontrar las mejores formas de compartir tus poderosas obras, tanto pasadas como presentes, para que mis hijas e hijos, nietas y nietos, sobrinas y sobrinos pongan su esperanza y confianza en Ti y descubran que eres fiel en sus vidas también. Ayúdame a ser más fiel en este ministerio, pues conozco tu gran amor por los niños: «Dejad a los niños venir a mí» (Mt 19,14). Amén.

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