Enseñar con Paciencia y Dulzura

Huye también de las pasiones juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan al Señor. Pero desecha las cuestiones necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están cautivos a voluntad de él. (2 Timoteo 2:22-26, RVR 1960)

¿Te ha pasado alguna vez que mientras estabas enseñando o dirigiendo un estudio bíblico, alguien comenzó a discutir contigo sobre un tema en particular, ofreciendo una interpretación diferente de lo que la Biblia enseña? ¿Cómo respondiste? Para mí, esta situación puede ser muy incómoda y confusa porque sentimientos muy variados influyen en mi reacción. Por un lado, si he defendido una posición sobre algo en el grupo y alguien me contradice delante de todos, naturalmente puedo reaccionar a la defensiva. No me gusta que me contradigan en público. Por otro lado, la forma de actuar de la persona que no está de acuerdo conmigo puede marcar la diferencia. Si no está de acuerdo, pero ofrece razones claras y convincentes de forma amable y amistosa, entonces estoy más dispuesto a cambiar de opinión, e incluso puedo estar agradecido de que me haya desafiado a replantearme la cuestión. Pero si se trata personas propensas a las disputas o que ofrecen argumentos que no me parecen convincentes, puedo rebatirles y la discusión puede deteriorarse hasta el punto en el que ya ni nos escuchemos el uno al otro.

Pablo sabía que Timoteo se enfrentaría a algunos falsos maestros en Éfeso, y quería ofrecerle orientación sobre cómo responder ante ellos. Este pasaje comienza con una advertencia a Timoteo para que no se involucre en «cuestiones necias e insensatas» que conducen a peleas y divisiones en la iglesia. Efectivamente, es mejor evitar algunos temas, porque llevan a discusiones necias que no contribuyen en nada a edificar el cuerpo de Cristo. Timoteo debe aprender a discernir los temas importantes que debe tratar y los temas que debe ignorar. Ante las controversias improductivas, lo mejor es evitar entrar en el debate.

Cuando se produce un desacuerdo sobre un tema que sí es importante tratar, Pablo insta a Timoteo a responder con amabilidad, tomándose el tiempo necesario para enseñar y explicar lo que dicen las Escrituras, y con paciencia si los demás le tratan mal en el proceso. Ser correcto y gentil animará más probablemente a la otra persona a reconsiderar lo que se dijo, a ser sensible acerca de lo que Dios desea que cambie en su forma de pensar, y a arrepentirse y abrazar la verdad, para que ya no ser engañado por el Diablo. Las personas que no están de acuerdo o discuten no son el enemigo, Satanás lo es, y Pablo anima a Timoteo a tener empatía por ellos, y a preocuparse por algo más que ganar la discusión.

Las palabras de Pablo también son una buena guía para mí. A veces, si me desafían mientras enseño, me siento tentado a ganar la discusión a toda costa, validando mi inteligencia y dominio de lo que la Biblia enseña sobre un tema. Y por el contrario, Dios me llama a preocuparme por mi hermano o hermana y tratar de convencerlos, si realmente están malinterpretando algo importante. Enseñar debe ser un acto de amor y cuidado para la otra persona, no un concurso de voluntades o ingenio. Debo intentar ser menos sensible a las críticas cuando enseño y debo perdonar a los demás si no están de acuerdo conmigo de forma amable. También debo estar dispuesto a escucharles y aprender de ellos si plantean un punto importante que necesito considerar. La amabilidad y la paciencia de este tipo nos permiten continuar la conversación el tiempo suficiente para obtener claridad, y Dios puede utilizar ese diálogo para corregir interpretaciones erróneas, e incluso para provocar el arrepentimiento cuando sea necesario.

Una vez, conocí a un hombre que participaba en varios debates apologéticos. Cuando le escuchaba hablar de eventos recientes en los que había participado, a veces se regodeaba de haber «dado el primer golpe». Entiendo que cuando se participa en un debate, estamos hablando de un escenario distinto, con otros objetivos que hay que tener en cuenta. Pero al leer las palabras de Pablo a Timoteo, me convenzo de que en un debate no sólo importa lo que decimos, como si ganarle a la gente fuera un mero ejercicio intelectual, sino también cómo lo decimos y cómo tratamos a aquellos con quienes no estamos de acuerdo. Si nuestro comportamiento es arrogante, poco amable, insultante o intimidatorio, puede que «ganemos puntos», pero perderemos el verdadero objetivo del debate que es convencer a la gente de que cambie de opinión y acepte una verdad importante. Nuestro comportamiento puede hacer que los demás nos rechacen por completo. Cuando enseñamos, importa nuestro carácter, no sólo el mensaje que compartimos.

Las sabias palabras de Pablo a Timoteo también nos instruyen. En la enseñanza, nuestro objetivo es ganar personas, no puntos, y a veces esto implicará gracia, amabilidad, perdón y paciencia, mientras confiamos en Dios para cambiar las mentes y provocar el arrepentimiento. Es Dios quien actúa en las mentes y los corazones de aquellos a quienes enseñamos. Esto es una razón más para que oremos por ellos, y por nosotros mismos, para que les ayudemos y no nos convirtamos en un obstáculo para su aprendizaje. Ruego que este objetivo sea una de las características de tu enseñanza en tu grupo de estudio bíblico.

Padre, gracias en primer lugar por enseñarme pacientemente a través de Tu Palabra. Estoy agradecido por la maravillosa bendición de Tu amor constante hacia mí, a pesar de mi desobediencia y terquedad. Mientras enseño, te ruego me ayudes a tener el mismo amor paciente que Tú tienes por mí. Que mi enseñanza se caracterice por la mansedumbre y la paciencia y Te permita realizar Tu obra que lleva al arrepentimiento. Estoy muy agradecido de poder colaborar contigo en mis esfuerzos de enseñanza, sabiendo que Tú provocas el cambio duradero necesario. Toda la Gloria a ti Señor. Amén.

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